La herramienta que tan impactados nos dejó llevaba el nombre de pizarra digital, con ella no sólo podíamos realizar las mismas funciones que con una pizarra normal sino que además podíamos reproducir todo tipo de archivos en ella e integrar en las acciones al alumno llamando más su atención y evitando las distracciones. Entra en juego la interacción.
La pizarra se sustentaba como apoyo en un ordenador portátil desde el cual manejaríamos las acciones y archivaríamos cada tarea, pudiendo crear bases de datos de los ejercicios y otras muchas posibilidades, pudiendo utilizar los ejercicios o comentarios en próximas ocasiones y por lo tanto ahorrar tiempo.
Imaginemos una clase de matemáticas donde el profesor debe aportar tarea al alumno y escribirla en la pizarra, no sólo perdería tiempo sería tiempo en que el alumno estaría distraído, si el profesor tuviera una pizarra digital podría guardar incluso los pasos de cada proceso en una operación o explicación evitando así las perdidas de tiempo y mejorando la calidad de las explicaciones utilizando siempre este apoyo, palabra que no debemos olvidar.
Tenemos en cuenta también que no será un sustituto de la pizarra tradicional y que a los maestros o profesores más veteranos les costará mucho introducir estas tecnologías en el aula de manera útil. Y la última desventaja, al igual que los pc tablet esta tecnología es cara y no sólo habría que conseguirla sino además algo más importante habría que enseñar a los maestros a utilizarla de forma eficaz y aprovechable.
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